viernes, 25 de marzo de 2011

Japón: ¿una lección de ciudadanía?

Leganés 25 de marzo de 2011.- La aparente tranquilidad y entereza con la que los japoneses están haciendo frente a la mayor catástrofe en su país desde la II Guerra Mundial es un ejemplo de la calma que los países occidentales tradicionalmente les atribuyen. Toda la sociedad japonesa está dando muestras de una gran solidaridad por la comunidad: hacen colas interminables para conseguir comida o carburante, reducen su consumo energético de forma tajante e individual y se realizan equipos de salvamento en medio de una amenaza nuclear, todo ello sin la menor queja o el menor signo de descontento o de desesperación.

Podría decirse que están dando una lección de ciudadanía a los países occidentales en los que tan rápidamente cunde el pánico y se propaga el terror, encantados con el sensacionalismo que nos rodea. Sin embargo, la sorprendente pasividad con la que han aceptado las verdades a medias, los mensajes excesivamente optimistas y los oscurantismos de su Gobierno respecto a lo ocurrido es peligrosa desde el punto de vista de la lucha social.

Japón está asumiendo su crisis y su dolor de una forma cívica y comedida, respetando las leyes y haciendo caso al gobierno lo que muestra una actitud de obediencia a la autoridad a todas luces muy admirable pero, al mismo tiempo, se puede ver como una alarmante sumisión. Es inevitable, en el momento en el que nos encontramos, comparar la respuesta nipona con la sociedad árabe que, mediante acciones conjuntas y protestas multitudinarias, han conseguido derrocar regímenes dictatoriales y sublevarse contra el poder impuesto, ¿cómo se comportaría la sociedad japonesa bajo un régimen autoritario? ¿Seguirán los japoneses llevando mascarillas en su vida cotidiana para el resto de su vida?

lunes, 21 de marzo de 2011

La desinformación nuclear

La opacidad cuando se habla de centrales nucleares en el mundo es, todavía, muy patente. Numerosos políticos y periodistas aprovechan la incapacidad del ciudadano medio para entender los sistemas de obtención de cualquier forma de energía se para repetir estereotipos y frases alguna vez escuchadas. Tanto los detractores como los defensores utilizan los mismos argumentos una y otra vez desde la implantación de las primeras centrales nucleares, debate que se reabre con la proximidad de las elecciones o en el momento de algún desastre natural.
A su vez, los gobiernos, incapaces de tomar decisiones tan controvertidas como esa, deciden pasarse la pelota de unos a otros y, como niños, bajar la cabeza cuando se pide algún voluntario para tomar la decisión de qué hacer con la dependencia energética crónica en España.
Según una encuesta realizada por El País entre los días 14 y 16 de marzo, justo después de la catástrofe en Japón y la amenaza de un desastre nuclear en Fukushima, prácticamente la mitad de la población española está a favor de energía nuclear y la otra mitad, en contra. El obtener resultados tan poco claros no hace sino recalcar la falta de información de la sociedad española.
Sin embargo, el 74% de la población no querría tener una central nuclear próxima a su vivienda y es que, se sepa o no el peligro real de la energía nuclear, los ejemplos de desastres ocurridos en el mundo no aportan seguridad a este tipo de tecnología tan arriesgada y que, en el caso de cualquier imprevisto, puede ser tan dañina.

domingo, 13 de marzo de 2011

El Estatuto del periodista profesional

En la II Convención de Periodistas del año 2000 en Valladolid se puso sobre la mesa el eterno debate de la regulación de la profesión ya que, al contrario que la mayor parte de los trabajos, éste no tiene una organización ni unos derechos, ni unos deberes recogidos en ningún documento oficial. Por ello se creó un borrador del Estatuto del Periodista Profesional que ya debía haber sido aprobado en las Cortes.
Todo esto viene por la naturaleza del periodismo ya que, en un inicio, el periodista no era considerado una profesión ya que, normalmente, surgía de una extraña pasión que hacía que, en su tiempo libre, diferentes profesionales de otros ámbitos tuvieran la vocación de ir buscando la noticia y esclarecer misterios, atrapar delincuentes o desenmascarar traidores.
El periodista ya no se considera una persona que se forma en la calle y que puede estar sin pisar una redacción días hasta que llega con una noticia que romperá moldes, sino que el periodista es un profesional con horarios, que tienen que fichar diariamente y dar cuentas de los artículos que escribe a unos accionistas de una empresa mediática que ingresará un dinero mensual en su cuenta. Sin embargo, nadie se imagina a un cirujano operando a corazón abierto que no ha acabado aún sus estudios, en cambio, son múltiples los ejemplos de periodistas consagrados a los que les quedan asignaturas para recibir su título de periodista como por ejemplo Angels Barceló o Carles Francino.
Por eso, es necesario un Estatuto que regule el empleo de estos trabajadores aunque ello conlleve la pérdida del aura de aventura y de vocación que ha tenido siempre. Además, una regulación del empleo y la enseñanza del periodismo ayuda a la defensa de las buenas prácticas periodísticas y el derecho a la información y expresión recogidos en la Constitución.