Leganés, 4 de abril de 2011.- Los flujos de información son tan amplios como las personas y las relaciones en sí mismas. Todo podría ser noticia y merece ser relatado ya que lo que nadie conoce, realmente no existe. Sin embargo, no todo tiene la misma importancia y el atribuir valor a los acontecimientos es algo tan subjetivo que se deben establecer unos criterios y unos responsables sobre los que recaiga la responsabilidad de filtrar.
El valor del periodismo no está establecido y, ya que se rige del mismo modo que cualquier bien o servicio por la ley de la oferta y la demanda, se debe buscar la diferenciación respecto a la competencia y la voluntad del cliente por pagar la cantidad demandada. El pago por la información debe estar justificado por una calidad y una veracidad que atraigan al lector y le hagan sentir su dinero bien invertido. Por ello, hay que crear una confianza en el cliente para que delegue en el periodista la labor de seleccionar, analizar y difundir la información.
Con la llegada de internet la cantidad de información disponible se ha multiplicado ya que el periodista que asumía en el pasado la función de intermediador entre el mundo y el individuo parece estar dejando paso a otro tipo de periodista: el periodista ciudadano. Es decir, internet ha democratizado la información tanto para su acceso como para su producción.
Esta ruptura ha producido un cambio en los planes de negocio de las empresas mediáticas que, hasta ahora, comercializaban con la información como si de cualquier otro bien material se tratase ya que la gratuidad de la Red empuja a los profesionales a tener que buscar en su infomación un valor añadido que haga que el lector pague por ella en lugar de buscarla en cualquier otro de los miles de portales existentes.
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